Jean-François Champollion en 1790, nacido en este mismo lugar, fue el lingüista que tras muchos años de esfuerzo y tenacidad pudo descifrar los jeroglíficos egipcios gracias a la Piedra de Rossetta que contenía el mismo texto escrito en tres escrituras diferentes: jeroglífica, demótica y griega.
Merece la pena visitar este pueblecito francés no sólo por los monumentos dedicados al descubridor de la escritura jeroglífica, sino el arte y la magia que desprenden todos los rincones de esta ciudad.